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domingo, 12 de diciembre de 2010

Comentarios adicionales: Sobre la gestión, el liderazgo y el mercado laboral en educación

Estimados amigos y colegas,

Ha concluido el seminario de Metodología I pero no por ello debería terminar nuestra conversación sobre problemas educativos y de investigación.

Quisiera aquí comentar brevemente sobre algunos asuntos que el grupo planteó de manera persistente en las últimas semanas. Uno de ellos es el de la meritocracia (o más bien la ausencia de criterios meritocráticos) en el mercado laboral y la carrera profesional de los docentes. Éste es un problema de fondo en todo el sistema educativo mexicano. Se instaló, digamos, históricamente una serie de "reglas implícitas" (aquello que las ciencias sociales buscan desenterrar, poner de manifiesto, explicar) que volvió "normal" la contratación y promoción de docentes por la vía del personalismo y la conveniencia política. Esto sucede en todos los niveles y todos los sectores, públicos y privados. Es una "regla sistémica", forma parte de lo que los sociólogos de la educación denominan "cultura del sistema": la manera acostumbrada de hacer las cosas. Se podría pensar que esto tiene su explicación en las características locales y personales de los individuos que toman decisiones laborales. Pero cuando observamos una tendencia tan extendida, estamos obligados a pensar que no es un asunto meramente individual: es algo sistémico. Una explicación general de esta tendencia es el profundo patrimonialismo que atraviesa la vida pública (y privada) en nuestro país: se refiere al uso privado del patrimonio público, regla social que algunos dicen tiene su origen en la organización política de la Colonia y que los regímenes post-independistas hicieron poco por remediar. Seguramente, el largo dominio del PRI, desde los años 30 hasta años recientes, descansó en pactos de repartición de poder que estabilizaron la política y dejó satisfechos a muchos actores y grupos sociales. El SNTE ha sido una pieza central de este patrón de organización política. La modernización educativa y la democratización política han hecho poco por desmontar este patrón en la educación (véase el importante libro LOS SOCIOS DE ELBA ESTHER, de  Ricardo Raphael de la Madrid, editorial Planeta). Sin embargo, por otro lado la democratización ha venido poniendo sobre la mesa, con dificultades, los temas de la transparencia y la rendición de cuentas. Son tendencias en lucha en nuestro sistema político. Pero el patrimonialismo en la educación ha sobrevivido a todos estos cambios. La cuestión central es que gobernar así al sistema educativo pone el acento en el control y sólo secundaria o discursivamente en la calidad, el mejoramiento, etc.

El nivel que se salva es la investigación científica. ¿Por qué? Porque sencillamente un centro de investigación no funciona adecuadamente si las decisiones laborales no se basan en el mérito científico. Punto.

Con todo esto quiero decir que los problemas laborales en una institución educativa determinada deben ser analizados en varias dimensiones: la sistémica, la organización local, y las características del personal docente. Ya hablé de la tendencia sistémica al patrimonialismo. Localmente, habría que preguntar: cómo son designados los directivos y el personal docente y con base en qué criterios. Y, tercero, si personal docente tiene una baja o alta calificación académica, ya que esto va a influir en su identidad profesional y por tanto en su motivación para resistir el patrimonialismo y luchar por la meritocracia. ¿Cómo se organiza el trabajo académico, colegiadamente o fragmentadamente (con mayor control desde arriba)? ¿Es personal de tiempo completo o contratado por horas?

¿Qué tiene que ver todo esto con el liderazgo y la gestión? Veamos el liderazgo -- o las características de los directivos -- como producto de la propia dinámica institucional. Si las reglas que subyacen a ésta son patrimonialistas y tienen como principal objetivo (implícito) el control, pues esa dinámica va a socializar a los futuros directivos, que emergen de la propia planta docente, en los valores y criterios patrimonialistas. Va a ser "normal" que los directivos sólo sepan conducir así a la institución.

Por lo mismo, el estilo de gestión (por muchos discursos modernistas que manejen) no se va a alejar demasiado de las reglas implícitas que han hecho funcionar a la institución durante años. Cuando un sociólogo ve esto, dice "está legitimado un cierto estilo de gestión".

En suma, a los que se interesan por estos problemas -- liderazgo, gestión, carrera docente, comunicación y clima organizacional -- les pido que reflexionen sobre las bases institucionales y las reglas implícitas pero legítimas que están presentes en el funcionamiento del aparato educativo.

Saludos a todos,
Rollin

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